sábado, 9 de mayo de 2009

"Sometimes I Feel..."

Corría Abril de 1986, cuando el regreso de Jack Irons, baterista original de la banda, trajo un refuerzo necesario ya que, por entonces, el bajista Flea estaba librando una perdida batalla en contra de las crecientes adicciones de Hillel y Anthony.

En el pasado Flea había usado drogas, pero en reducida cantidad: marihuana y ocasionalmente tabletas de ácido. Solo, de cualquier modo, era incapaz de mantenerse en pie ante la corriente de autodestrucción que estaba amenazando en barrer a Red Hot Chili Peppers hacia el abismo. Para Flea el regreso de Irons no fue simplemente ajustar una pieza perdida: también le ofreció un espacio para respirar.

"Hillel era increíble. Antes de engancharse a las drogas era muy divertido", se lamenta Kiedis. Desafortunadamente las cosas estaban siendo similares para sí mismo, porque descubrió que también estaba siendo consumido por las drogas. Fue casi el inevitable final de los flirteos del grupo con la más potente subcultura de L.A. Y aunque Anthony estaba más atento a lo que le estaba sucediendo, no estaba más dispuesto que Slovak a descender del círculo vicioso.
Ocasionalmente ambos lograban salir fuera del túnel, pero inmediatamente volvían a desplomarse: "Nos desintoxicábamos, pero pronto empezábamos usando otra vez". ¿Por qué? Porque era diversión, algo que hacer, un alivio a las presiones y a las dificultades de la vida.

Durante uno de esos breves momentos de conciencia y determinación, Kiedis empezó a concurrir a Alcohólicos Anónimos y entonces preguntó a Hillel si quería acompañarlo a una de las reuniones. Slovak sonrió: "¿Para qué si no soy un alcohólico" fue su respuesta.

Los dos hicieron sus contactos en las calles, consiguiendo su mercadería a través de inescrupulosos personajes, envueltos en pequeños círculos mafiosos y el tráfico de drogas. Ambos tenían sus propias fuentes, pero Slovak nunca lo discutió. Anthony se encontraba debidamente conectado a unos pandilleros, quienes se reunían bajo cierto puente en la ciudad de Los Angeles; el mismo puente que años más tarde sería inmortalizado en una de las canciones más famosas de la banda.

Él había entrado a lo que era una sociedad cerrada, al cabalístico mundo de la violencia, la desconfianza y la muerte, dentro del cual las drogas, las armas o el sexo eran usualmente las únicas maneras de sobrevivir.

Esa representaba una forma de vida en la cual Kiedis no se había inmiscuido muy fácilmente. El miembro quien lo hizo jurar nunca visitar el puente por su cuenta, tuvo que darse el trabajo de convencer a sus colegas de que Kiedis era un "familiar" y estaba, de hecho, afianzado a la hermana del pandillero.

El problema era que Kiedis ya tenía una familia: los Red Hot Chili Peppers. Y ella estaba comenzando a sufrir. Mientras Hillel alimentaba su hábito en privado, sin reconocerlo, para que nadie se enterara; Kiedis era considerablemente menos sutil. Ellos eran sus amigos, pensaba: él no tenía nada que esconderles. Y aunque Flea y Jack manifestaran su enojo en ocasiones incluso haría tratos de drogas completamente a la vista de ellos.

Las presiones de ese estilo de vida eran inmensas. Pasaron muchas noches entre los amargos roces de Flea y Anthony, cada cual usando su propio talento musical para desintegrar la banda lejos del otro.

Kiedis, a pesar de todos sus problemas, al menos permaneció razonablemente controlado. Tal vez porque su necesidad del grupo era tan fuerte como la de su necesidad de drogas, o quizás, simplemente, porque la heroína le afectó de una forma distinta a la de Slovak.

La disputa de palabras se transformó en una batalla. Algunas noches el grupo se presentó sólo con tres integrantes: Slovak habría desaparecido en la ciudad y simplemente eligió no volver; o estaba tirado tras del escenario, incapaz de tocar y maldispuesto a moverse.

El grupo estaba en absoluto desarreglo, Irons recuerda: "El proceso entero de destrucción parecía no detenerse". Al comenzar la Primavera de 1988 los problemas de Slovak estaban a la vista de todos. Aún desde lejos Slovak parecía un fantasma. Sus ojos, tan risueños y vivos, ahora se encontraban completamente nublados por una aflicción indeterminable. Precediendo los conciertos, la tensión entre los miembros de la banda se mantenía tangible. Slovak, se sentaba a un lado, en silencio. Se sentía flotando. Después de un rato todos los lugares y rostros comenzaban a tambalear de un lado a otro. Las pocas personas que aventuraban a hablarle, rápidamente se marchaban.

Pero para la gente que rodeaba a Red Hot Chili Peppers, era Kiedis y no Slovak, quien los mantenía despiertos por las noches, angustiados. "Estaban temerosos de que yo muriera porque consumía demasiada droga regularmente y por un extenso periodo de tiempo", Kiedis confesó dos años más tarde. "Hillel era mucho más sutil y astuto para encubrir su adicción".

Hasta hoy, la gente que conoció a Slovak recuerda la incredulidad con que escuchó la noticia de su muerte. Nadie imaginaba cómo había llegado tan lejos.

Fue Kiedis quien finalmente se dio cuenta lo que estaba pasando. Pero no era el comportamiento de Slovak lo que más le preocupaba, sino que él de sí mismo. Estaba al tanto de sus problemas, al tanto de lo que estaba alcanzando "una profunda desmoralización, sólo vagar por las calles". Y con ese conocimiento vino otra, aunque más devastante revelación: "Me familiaricé tanto a la naturaleza de la adicción que pude conocer a Hillel tanto como a mí mismo. Él rechazaba su problema, consideraba que tenía poder sobre en lado oscuro".

"Era realmente difícil para mí decirle en su propia cara cuanto lo quería y deseaba hacer música con él", confesó Anthony más tarde. Desde las turbias profundidades de su propia adicción, el cantante se aferró a un rayo de luz que eran los Red Hot Chili Peppers e intentó desesperadamente que Slovak lo viera de la misma manera.

Dirigiéndose a sí mismo, como si estuviera hablando con Slovak, dice Anthony: "Tenemos que limpiarnos. Tenemos a la banda en común, tenemos nuestra amistad en común, crecimos juntos. Quiero pasar mi vida contigo haciendo música". Pero nunca pudo decir esas palabras abiertamente, en vez de eso sólo escribía cartas.

A principios de 1988 el grupo realizó una gira por Europa, durante la cual Anthony y Hillel se habían prometido abstener su consumo de drogas. La banda regresó a la mitad del mes de Junio, con la idea de un próximo nuevo álbum.

No hablaron mucho por una semana. Faltaba poco para naciera la hija de Flea… y en las calles no era un secreto que Hillel y Anthony habían retornado a su hábito. Él era sólo Hillel Slovak, el guitarrista de 26 años de los Red Hot Chili Peppers. Su muerte no puede ser comparada a la de las grandes celebridades.

La autopsia fue efectuada el 29 de Junio por el distrito criminal de L.A. Un representante declaró a la prensa que las circunstancias que giraban en torno a su muerte eran "inconclusas", seguramente para dar protección a los sentimientos inmediatos de los familiares.

El cuerpo de Hillel fue cremado a la 1 pm del Miércoles. Un pequeño obituario corrió en el L.A times la mañana siguiente.

La noche del Sábado anterior, Slovak regresó a su departamento en los brazos de un amigo. El hábito de Hillel estaba hambriento, de modo que su amigo lo alimentó. Pero esa noche su apetito fue simplemente demasiado poderoso. La droga que él horas antes había adquirido en la calle golpeó el sistema de Hillel como un tren expreso.

Inconsciente, cayó en coma y luego volvió a dormirse, pero esta vez cayó hacia la muerte. Solo yació en su oscuro departamento hasta que un amigo preocupado fue a verlo el Martes.
Flea detestaba el hecho de haberse distanciado de Hillel en el curso del último año y, en consecuencia, no haberle ayudado lo suficiente. "Saber que nunca más tendría la oportunidad de compartir algo con él fue lo peor", comenta el bajista.

Flea estaba convencido de que la partida de Hillel no marcaría la muerte de la banda. Él la resucitaría y le dedicaría su éxito. Jack Irons, quien había conocido a Hillel desde la niñez, simplemente no pudo resistirlo. No dejaba de pensar en él: recordaba sus rutinas de Kiss, su contienda mutua por superarse en sus respectivos instrumentos…
Todo esto obsesionó a Jack, hasta que su familia, temiendo por su salud, lo llevó a cuidados psiquiátricos.

Kiedis no dio tiempo a sí mismo para pensar en lo que estaba haciendo. A pesar de que Hillel ya descansaba, desde el momento en que colgó receptor y a lo largo de los tres días siguientes, permaneció mudo, inmóvil; incapaz de creer una sola cosa de lo que estaba sucediendo.

"Yo podría haberlo salvado", reflexiona Anthony un año después, "conozco las técnicas de RCP bastante bien, y he traído de vuelta a un par de amigos de una sobredosis".

En todos los lugares que veía atisbaba el rostro de Hillel sonriendo con sus gruesos labios. En algún momento Anthony esperó la alarma del teléfono o el sonido timbre y pensó que allí estaría Hillel, bromeando y sacudiendo el polvo de sus ropas.

La inmovilidad dio paso al horror y luego al terror. El deceso de Slovak fácilmente pudo haber sido el suyo y se preguntaba por qué no había sido así. La muerte era algo fortuito… ¿Él sería el próximo?

Kiedis necesitaba irse a algún lugar donde el pasado no pudiera seguirlo y donde el dolor no brotara de alguno de sus recuerdos. En el momento de que el servicio memorial terminó, Kiedis arrojó unas pocas ropas a un bolso y atravesó la frontera de México. De pronto nada importaba: ni la banda, ni su carrera, ni la música y lo principal; no las drogas. Él simplemente necesitaba escapar.
No tenía idea cuál era su destino. Manejó hacia el sur atendiendo escasamente a las señalizaciones. Cuando el auto finalmente se detuvo fue en uno de esos pequeños pueblos de pescadores que se ubican a lo largo de la línea costera de ese país; una vieja comunidad que difícilmente alcanzaba a tener cien almas como población. Para Kiedis el aislamiento era precisamente lo que requería.

Cerca de un mes vivió "en una pequeña cabaña sobre la playa, básicamente apartándome de las drogas". Caminó, pescó e hizo todo lo que pudo para sacar de su mente la gran pérdida y los hábitos que la habían causado. Sólo cuando creyó que su cuerpo estaba finalmente aclimatado a la sobriedad regresó a L.A. Allí se empezó a llevar a cabo el complicado y doloroso proceso de juntar los trozos desperdigados de su vida.

El primero de Agosto de 1988, precisamente cinco semanas después de la muerte de Hillel, Kiedis volvió desde su reclusión. Él, desde entonces, no ha consumido drogas. "En ese sentido", reflexiona "La muerte de Hillel me dio mucha fuerza para seguir viviendo".

"Anthony siempre ha sido un hombre de un jodido estilo", dice Flea con admiración. "El hecho de ser tan sano como él es, y haber resistido tanta mierda como él ha resistido, es asombroso".
"La muerte de Hillel cambió por completo nuestras actitudes", explica Anthony, un año después. "Perder a tu mejor amigo a la edad de 26 años es una sacudida del alma y de la mente. Pero definitivamente llegó una inspiración, la cual nos ayudó a enfocar a la banda. Flea y yo nos habíamos abandonado y decidimos:´Aquí hay algo que comenzamos mucho tiempo atrás y que no hemos finalizado".

"Teníamos que cambiar nuestros estilos de vida y mirar lo que era importante para nosotros, cosas como la amistad, el amor, el hacer buena música y nunca más distraernos por influencias negativas. Tratamos de usar nuestra pérdida como un apoyo, algo positivo y nada más. Probar al mundo que lo que estamos haciendo es digno y legítimo. Hillel tal vez murió, pero nosotros no".

Igual como hace 5 años atrás, Flea y Anthony hicieron correr la voz de que estaban buscando nuevos músicos, aunque no necesariamente para Red Hot Chili Peppers. Ellos simplemente querían tocar, y si algo de eso se desarrollaba, entonces que así sea. Por primera vez, desde que Slovak murió, Anthony y Flea estaban sonriendo. Hacia el final de Agosto de 1988 los dos estaban activamente buscando la nueva generación de la banda.

Cuando Duane "Blackbyrd" McKnight y Darren "D.H" Peligro se asentaron a su lado, repentinamente los Peppers saltaban de nuevo. Se sintieron muy bien ya que después de cerca de tres meses fuera del camino: los peores tres meses de sus vidas, Lindy Goetz (manager) estaba hablando tentativamente de volver a los escenarios.

Pero dos años más tarde un sentimiento de terrible devastación se mantenía ahí. Una tarde de 1990, cuando Anthony subía a su auto, de pronto sintió como si alguien estuviera atravesando su corazón con una daga; su completa existencia estaba poseída por una indescriptible sensación de terror, tristeza y dolor. Repentinamente comprendió cómo se había sentido Hillel, no sólo ese último año de creciente enajenamiento, sino también cómo yacía esa noche de Junio en su departamento; cómo la última chispa de vida se exprimía lentamente de su cuerpo. Él estaba absolutamente solo.
Físicamente y emocionalmente Kiedis no tenía a nadie. Por supuesto, allá estaba Flea, pero él se hallaba ocupado desvariando acerca de la banda y alucinando con su bebé. Anthony trató de recordar la última vez en que él y su amigo, espontáneamente, habían demostrado cuanto se querían.

Su batalla con la heroína estaba superada, pero Anthony aún no reanudaba el contacto con la gente que había dejado atrás: sus padres, sus amigos, la vida entera que alguna vez había llevado. La única cosa a la que podía aferrarse era a Los Angeles, la ciudad en la que había vivido por 15 años. Sentado, llorando tras la rueda de su auto, recordó las bromas que Alain Johannes acostumbraba hacerle sobre pequeños ángeles que estaban siempre mirándole por encima de su hombro. Ahora podía verlos en las colinas, en las construcciones, y en el bullicio de los extraños a su alrededor: ellos eran sus ángeles, y eran ellos quienes lo estaban cuidando, "más que a ningún otro ser humano en el mundo".

Sin pensarlo, giró la llave de encendido y comenzó a manejar unas pocas cuadras alrededor de su casa. Y una canción espontáneamente brotó de sus labios: "Sometimes I feel like I don't have a partner..."

Ese sentimiento permaneció con él durante toda la tarde, pero ahora contrariado por la conciencia de todo por lo que debía sentirse agradecido. "No importa cuan triste o solo me sienta, las cosas son un millón de veces mejor que cuando estaba usando drogas todo el tiempo. No hay comparación". Empezó bosquejando aprisa la letra, pero no fue una canción lo que escribió. En lugar de ello su mente fue arrastrada de regreso al puente, donde solía rodearse de los pandilleros y las cosas que pasaban bajo ese puente. No era una canción. Era un exorcismo.




















Extraído del Foro Red Hot Soul Side.

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