–¿Quién tiene el mayor ego en esta banda?
–(risas) Si me hubieran preguntado hace tres meses hubiera dicho que el mío, pero mi ego fue golpeado por un meteorito hace un par de meses y una parte de él está quemándose en tierra desde hace un tiempo.
–¿Por qué?
–Sería largo contarlo. Se debe a una experiencia personal que fue maravillosa y dolorosa. Fue como tener en mi interior una casa que se está quemando durante un mes y medio. Sé que esto servirá para que me vaya mejor en la vida, pero mientras tanto sigo trabajando con los escombros... Lo del ego es una cosa rara: en ocasiones uno se levanta y se relaciona con humildad, que es mucho mejor que despertarse imbuido en el miedo al que te lleva tu ego... En el grupo, cualquiera de nosotros puede tener su día de ego enorme y portarse como un auténtico retrasado.
–¿Qué aprendió de sí mismo?
–Odio lo que aprendí, lo que aprendí de mí es horrible, pero lo aprendí. Estuve tantos años de mi vida, 43, sin ser consciente de mis defectos... Hay cualidades en mi personalidad que amo, y soy consciente de ellas: tengo buen corazón, amo a la gente, soy generoso; pero hay una parte de mí de la que nunca he querido saber gran cosa y es mi egoísmo, mi codicia. Esos defectos pueden crear barreras que te impiden ser auténticamente abierto e íntimo en tus relaciones con familia, amigos, con otras personas significativas. Así que vas por la vida creyendo que sos bueno y dadivoso, pero al mismo tiempo querés más, querés que la gente sea distinta a como es y eso te frena a la hora de comprometerte al ciento por ciento con otra persona. Tener un pie dentro y otro fuera de una relación es un error: me gusta esta persona, voy a darme al 80 por ciento y el otro 20 por ciento puede vagar por ahí. Eso es lo que te impide vivir la experiencia de crear más luz junto a otro individuo. Es brutal darse cuenta de esto, pero me alegro de haberme dado cuenta. La próxima vez que me encuentre en esta situación, especialmente en una relación de pareja, creo que será mejor. Y con las amistades también, hay que comprometerse incondicionalmente. Eso es lo que aprendí de mi lujuria, codicia y egoísmo.
–¿Y cómo ve el mundo de hoy?
–Intento reducirlo a un principio sencillo, porque el caos resulta cegador, confunde, distrae: hay una razón para que ocurra lo que está ocurriendo, hay veces en que algo tiene que ir mal para luego ir bien. Veo gobiernos horribles operando desde una posición de poder, como en América, donde veo guerras donde no debería haberlas, veo desastres medioambientales, destrucción de la naturaleza... Probablemente todo esto ocurre por una razón que no podemos entender, y así es como aprenderemos la lección. Hay una canción en el disco que aborda este tema, “21st. Century”. Habla del caos y de por qué se torció todo tanto... Tengo fe en que hay un motivo para todo ello.
–O sea que es optimista...
–Básicamente, fui optimista durante toda mi vida; incluso frente al desastre fui un absurdo optimista, no sé por qué. Incluso cuando me he estado muriendo, en mi lecho de muerte, fui optimista de algún modo.
–(risas) Si me hubieran preguntado hace tres meses hubiera dicho que el mío, pero mi ego fue golpeado por un meteorito hace un par de meses y una parte de él está quemándose en tierra desde hace un tiempo.
–¿Por qué?
–Sería largo contarlo. Se debe a una experiencia personal que fue maravillosa y dolorosa. Fue como tener en mi interior una casa que se está quemando durante un mes y medio. Sé que esto servirá para que me vaya mejor en la vida, pero mientras tanto sigo trabajando con los escombros... Lo del ego es una cosa rara: en ocasiones uno se levanta y se relaciona con humildad, que es mucho mejor que despertarse imbuido en el miedo al que te lleva tu ego... En el grupo, cualquiera de nosotros puede tener su día de ego enorme y portarse como un auténtico retrasado.
–¿Qué aprendió de sí mismo?
–Odio lo que aprendí, lo que aprendí de mí es horrible, pero lo aprendí. Estuve tantos años de mi vida, 43, sin ser consciente de mis defectos... Hay cualidades en mi personalidad que amo, y soy consciente de ellas: tengo buen corazón, amo a la gente, soy generoso; pero hay una parte de mí de la que nunca he querido saber gran cosa y es mi egoísmo, mi codicia. Esos defectos pueden crear barreras que te impiden ser auténticamente abierto e íntimo en tus relaciones con familia, amigos, con otras personas significativas. Así que vas por la vida creyendo que sos bueno y dadivoso, pero al mismo tiempo querés más, querés que la gente sea distinta a como es y eso te frena a la hora de comprometerte al ciento por ciento con otra persona. Tener un pie dentro y otro fuera de una relación es un error: me gusta esta persona, voy a darme al 80 por ciento y el otro 20 por ciento puede vagar por ahí. Eso es lo que te impide vivir la experiencia de crear más luz junto a otro individuo. Es brutal darse cuenta de esto, pero me alegro de haberme dado cuenta. La próxima vez que me encuentre en esta situación, especialmente en una relación de pareja, creo que será mejor. Y con las amistades también, hay que comprometerse incondicionalmente. Eso es lo que aprendí de mi lujuria, codicia y egoísmo.
–¿Y cómo ve el mundo de hoy?
–Intento reducirlo a un principio sencillo, porque el caos resulta cegador, confunde, distrae: hay una razón para que ocurra lo que está ocurriendo, hay veces en que algo tiene que ir mal para luego ir bien. Veo gobiernos horribles operando desde una posición de poder, como en América, donde veo guerras donde no debería haberlas, veo desastres medioambientales, destrucción de la naturaleza... Probablemente todo esto ocurre por una razón que no podemos entender, y así es como aprenderemos la lección. Hay una canción en el disco que aborda este tema, “21st. Century”. Habla del caos y de por qué se torció todo tanto... Tengo fe en que hay un motivo para todo ello.
–O sea que es optimista...
–Básicamente, fui optimista durante toda mi vida; incluso frente al desastre fui un absurdo optimista, no sé por qué. Incluso cuando me he estado muriendo, en mi lecho de muerte, fui optimista de algún modo.
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