Hace mucho que no se nada de ella,
la he recordado escuchando un tema de Nirvana.
Solía vivir los días junto a aquella doncella,
irritado con sus inquietos hermanos o su curiosa amiga Ana.
Tuve que bajar el cielo para conquistarla,
le entregaba mis brazos en cada pseudotristeza que manifestaba.
Era el precio que pagaba por amarla,
dos otres palabras de aliento y lloraba.
Me sentía un buen consejero, creía ser su guía,
incluso al escuchar la misma historia todos los días.
Donde sea que se encuentre, allí iría.
Un frío beso, y una falsa simpatía me recibía.
Algunas semanas sólo se resumían a nosotros,
nunca reflexionaba sobre el mundo real.
Penaba la indiferencia frente a otros,
ni que hablar de algun cruzamiento casual.
Soltaba mi mano, alejaba su amor,
yo quedaba perplejo, mendigando caridad.
Jamás...