viernes, 15 de mayo de 2009

John en tiempos de To Record Only Water For Ten Day.




John Frusciante, el guitarrista de Red Hot Chili Peppers, regresa de la cuarta dimensión con un disco bajo el brazo

Alucinando sin química.


La historia del rock ha sido generosa en colgados y visionarios, personajes que, con su música, han querido dar un paso más allá, traspasar los límites de la realidad ordinaria para traernos, cual maná, sus proféticas experiencias. Es probable que al principio sólo sean seres con una sensibilidad especial para sentir fuerzas y oír voces allá donde los simples mortales no detectamos nada, pero si a esa capacidad le añadimos un buen puñado de química extra y, además, los excesos de un ego sobredimensionado por la golosa fama, se puede crear un cóctel explosivo de consecuencias imprevisibles para el propio afectado.

Los hay que lo supieron llevar de puta madre, colocando sus visiones como generosos hits en los charts (caso Jim Morrison), pero también están quienes tuvieron que tirar la toalla (caso Syd Barret). Otros han tenido que abandonar durante un tiempo (por ejemplo Peter Green, fundador de Fleetwood Mac) hasta que su psique estuviera en condiciones de poder convivir con el resto de la humanidad. John Frusciante (guitarrista de Red Hot Chili Peppers para más señas) pertenece a esta última categoría, aunque uno siempre se trae algo de su particular viaje: "la principal fuente de inspiración para mí viene de los otros mundos que yo sé que existen. Son muy supranaturales, cosas que he visto en los últimos ocho años, visiones que recorren mi cabeza de la misma manera que las voces que oye la gente que está poseída por espíritus, gente que no son sólo ellos mismos sino alguien más, cuerpos astrales... Esta es la principal fuente de inspiración para las letras que yo escribo y para las atmósferas que trato de crear con mi música".

Las atmósferas y las letras de las que John habla son concretamente las pertenecientes a "To record only water for ten days", su último trabajo en solitario, un disco que nos remite directamente a los Red Hot Chili Peppers más bucólicos y pausados, los de guitarras acústicas y melodías en falsete, los más alejados del funk descerebrado y caliente, y que también nos pone en la pista del pop americano de última generación (Jim White, Beck...) que usa la tecnología en pequeñas dosis para adornar el concepto principal, la canción. Entre las más "pepperas" encontramos "The first season" o "In rime" y entre las de pop inclasificable de corte tranquilo están "Invisible movement" o "Saturation", si bien todo el disco tiene un sonido muy homogéneo y compacto donde se pueden encontrar pequeñas joyas de tan buen gusto como el instrumental "Murderers".

Visto desde fuera, el disco rezuma personalidad y buen hacer, pero nadie diría que el personaje que construye todo ese trabajo lo hace a través de su colador personal entre esta dimensión (la ordinaria) y esa otra de la que él parece tan convencido de acceder: "para entrar en la otra dimensión necesitas morir, soñar o tener visiones. Cada cosa aquí es una representación de algo que está ocurriendo en la cuarta dimensión. Cada vez que alguien ve una película y se pierde en ella es un reflejo de un lugar en la cuarta dimensión que les hace sentir cómo se sienten. Creo que hay un espíritu que ocupa la persona y hace que sienta lo que siente; siempre: en el sexo, viendo películas, escuchando música, cuando reímos... Si sólo fuera la persona, como cuerpo, como organismo, no creo que pudiésemos sentir la forma en que lo hacemos: serían experiencias vacías. Es algo lógico para mí; una persona que no tiene espíritu dentro siente las cosas simplemente como son, pero una persona que tiene el espíritu dentro siente las cosas de una manera mayor a como son. Para mí ése es el momento en la vida que hace que este mundo funcione. Es la combinación de espíritus dentro de nosotros lo que crea realmente la personalidad, lo que nos permite disfrutar de la vida en todas sus posibilidades. Me empecé a dar cuenta de esto cuando empecé a tocar esta música; pretendía hacer que yo no estaba allí, que era todo un juego, y ver qué pasaba. Y me vino mejor música que la que me había venido en la vida, sólo haciendo que yo no estaba allí, diciéndome: 'deja que la canción salga, tú no tienes nada que hacer: saldrá sola'. Y, diciéndome eso y dejando libre mi cerebro, salió una música tan bonita que me di cuenta que era obvio que venía de un poder que estaba dentro de mí y que nada tenía que ver con la estructura orgánica".

Es paradójica la vida. Si alguno de nosotros saliésemos a la calle a comunicar la buena nueva de los mensajes de la cuarta dimensión es probable que acabásemos con una camisa de fuerza y satanizados en un santiamén por mucha lógica interna que encerrasen nuestras palabras. Sin embargo, quien tan convencido habla --y con una coherencia inherente que a la mayoría de quienes le estamos entrevistando se nos escapa--, puede permitirse el preciado lujo de iluminarnos desde una enmoquetada habitación del afamado Hotel Villamagna. Claro que, no en vano, él pertenece a una de las bandas más importantes del planeta en la última década: "Yo creo que el mundo de las tres dimensiones es sólo un reflejo del mudo de las cuatro dimensiones; todo lo que ocurre aquí es una representación de lo que pasa en la cuarta dimensión. La cuarta dimensión es el lugar al que realmente me gusta acceder; yo estoy contento de tener éxito en el mundo de las tres dimensiones, pero no significa tanto para mí como triunfar en la cuarta dimensión. Lo que hago aquí es importante, pero lo que yo veo mucho más importante es esa parte de la cabeza de las personas que crea la cuarta dimensión. Sólo lo que ocupa un lugar en la cabeza del oyente es lo que tiene importancia de lo que yo hago aquí. El hecho de salir en revistas o de que mi disco venda un huevo sólo es importante para mí en la medida en que pueda crear algo en alguien más. Por lo demás, cosas como fama o vender discos no significan nada por sí mismas; tan sólo lo que tiene lugar en la cabeza del oyente o en su cuerpo y lo que tiene lugar en la cuarta dimensión es lo que me conduce a seguir escribiendo canciones, a continuar haciendo de mí el mejor músico que pueda hacerme".

Mientras John se permite despotricar contra cosas tan efímeras como la fama o el vender discos, centrándose en un plano mucho más astral de la existencia, nosotros le preguntamos sobre algo mucho más terráqueo, sobre esa cierta deuda que se aprecia en su disco con respecto al sonido de su banda madre: "hay una clase de sentimiento que debe rodear cada cosa que hago. No digo que vaya a hacer cada cosa 100% distinta como si fuera otra persona. Hay un sentimiento que yo pongo al escribir y cada canción que yo hago tiene ese sentimiento. Hay un tipo de sentimiento que representa a John Frusciante, una cierta porción de la cuarta dimensión que yo represento y que estoy intentando reflejar con mi música, pero la manera en que yo expreso ese sentimiento es infinita, las maneras en que yo puedo escribir canciones con ese sentimiento son infinitas, las diferentes formas en que recrear sónicamente ese sentimiento, la distinta instrumentación, los distintos sonidos... Quiero estar seguro de que cambio conscientemente mis formas de expresión".

Vamos a dejar por un momento al Sr. Frusciante en la cómoda habitación del hotel y nos vamos a ir doce años atrás, cuando este mismo y desarrapado caballero era un alucinado guitarrista que acababa de dejar una plaza vacante recién estrenada en Thelonius Monster para ingresar en su banda favorita del momento, Red Hot Chili Peppers, unos chiflados que mezclaban con soltura a Funkadelic con The Germs, a Jimi Hendrix con Black Flag y a Sly Stone con los Dead Kennedy's. La misión de John no era fácil; estaba llamado a sustituir al que había sido, junto con el bajista Flea, el líder del grupo hasta el momento, el tristemente desaparecido por sobredosis Hillel Slovak. "La base de mi forma de tocar la guitarra en los Chili Peppers viene de su forma de tocar; Flea y él tenían una perfecta relación musical. Para mí, Hillel fue mi primer maestro en cómo empezar a tener la perfecta relación musical que yo tengo actualmente con Flea. Fue el tótem de mi manera de hacer con los Chili Peppers e incluso cogí muchas cosas suyas en mi propia vida personal: la que fuese mi novia durante cinco años había sido novia suya. Le tengo muchísimo amor porque creo que él me bendijo".

Lo cierto es que John participaría en "Mothers milk" y "Blood, sugar, sex, magic", los dos discos que catapultarían a Red Hot Chili Peppers a la fama mundial: "el álbum que más me gusta de los Chili Peppers en el que yo haya participado es el más reciente 'Californicatión', pues creo que es el que tiene mejores canciones. Además representa el período favorito de mi vida; aunque cuando estuvimos haciendo el 'Blood, sugar, sex, magic' también era un período maravilloso, siento que en aquel álbum di menos de lo que era capaz".

Así es como vivió el protagonista uno de los momento dorados de su banda, un momento que, personalmente para él, empezaba a ser un atolladero de adicciones y locuras varias, algo que tardaría tiempo en superar: "los sentimientos que creo con mi música tienen mucho en común con lo que yo quería sentir con las drogas, pero tomando drogas nunca fui capaz de crear esos sentimientos para las personas. La razón por la que tengo la claridad y capacidad necesaria para hacer la música que hago es porque no tomo drogas; los sentimientos que tengo ahora son muy parecidos a los que intentaba tener cuando las tomaba; de hecho, sé que en un estado totalmente natural una persona está capacitada para sentir lo mismo que si fuese drogada. La gente las pilla porque puedes capturar esos sentimientos de forma inmediata, pero creo que si la gente se curra su cuerpo durante años hasta hacerlo extremadamente sensible (yo lo hago con yoga) puede tener los mismos sentimientos que drogado, pero de forma natural y no química. Antes que cocaína tomo valeriana, que me lleva a un estado de relajación de una forma muy similar a cuando lo hacia con drogas. Para mí la droga sólo tiene buen efecto la primera vez que la tomas; después ya no necesitan tomarse nunca más: las puertas han quedado abiertas. Una cosa que hacen las drogas es que la gente se meta hacia dentro, dentro, dentro y no sea capaz de sacar nada fuera. Para mí no habría manera de seguir vivo si mantuviera todos los sentimientos dentro de mí y no los convirtiera en música o en poesía: esa es la razón de que esté aquí. Estoy feliz de poder controlar mi forma de sentir; no hay dinero en el mundo para que yo me vuelva a meter. Creo que cuando me estuve poniendo eso me ayudó a llegar a la cuarta dimensión, pero sólo de una manera preparatoria para enfocar las cosas con la claridad con las que las veo ahora; como ser humano destruyeron mi vida y me hicieron estar de lado. También como músico, como pintor, como creador... me mantenían apartado de la vida. Ser tan creativo como puedas cada momento del día es el mejor sentimiento que puedes crear dentro de ti. Cuando pintas algo de lo que estás realmente orgulloso, o cuando escribes una canción que realmente te gusta, no hay mejor sentimiento en todo el mundo; igual que cuando tienes amigos a tu alrededor... Son las cosas que te hacen feliz".

Finalmente los años han permitido a John hablar así, pero en aquel momento, en 1992, esto le hizo abandonar la banda en plena gira por Japón, siendo sustituido por Dave Navarro: "cuando Jane's Addiction eran banda eran mi favorita, aunque Dave Navarro no fuese mi guitarrista favorito. Mis favoritos eran Bernard Albrecht de Joy Division, Mathew Ashman de Bow Wow Wow y Johnny Marr de The Smiths".

Definitivamente fuera de los Peppers, John se encarama a la vida de las visiones interiores y la química exterior, se hace rodear de amigotes con tendencia al alucine tan afamados como River Phoenix o Johnny Deep e incluso se habla de tórridos y esporádicos romances con actrices como Cameron Díaz. Es en esa época cuando publica dos discos en solitario de corte marciano y majara: "Niandra ladies and usually just a t-shirt" (95) y "Smile from the streets you hold" (97): "en aquella época yo estaba experimentando en muchos sentidos. Estaba buscando qué lugares de la cuarta dimensión debía reflejar en ésta. En mis dos primeros discos trataba de encontrarme a mí mismo como escritor de canciones y estos tres últimos años, cuando he empezado a tocar música tras cinco sin hacerlo, no he necesitado ningún tipo de experimentación, sólo intentar mejorar, perfeccionar mi técnica como creador, hacerme mejor como guitarrista... pero sabía exactamente qué sentimientos quería transmitir con mis canciones, mientras que cuando iba creciendo no tenía ni idea de qué era exactamente lo que quería decir. Siento que mi música tiene siempre el mismo propósito, pero ahora soy capaz de servir a ese propósito con mayor precisión, ya que tengo mucha mayor claridad sobre mi propio trabajo como autor".

Llegado el momento de hacer replanteamientos, John opta por abandonar la senda de los excesos. Considerando que ya ha aprendido todo lo que ese tipo de vida le puede ofrecer, prefiere dar un giro de ciento ochenta grados a su existencia: "confío en que todo lo que hago es diferente. Hubo una época en mi vida, entre 1993 y 1997, que yo fui a menos, a peor, tanto como músico como creador; mi creatividad estaba asustada, sin enfocar, e hice dos álbumes. El segundo, además, era una mala copia del primero: nunca más haré eso. Desde ahora, cada disco que haga será totalmente distinto al anterior. Siento que ésa es mi responsabilidad como artista, ir cambiando. La gente que repite cosas, especialmente la que repite cosas porque una de ellas ha tenido éxito y quieren repetir ese éxito, me parece estúpida".

Casualmente, Dave Navarro abandona a los Chili Peppers después de haber grabado con ellos "One hot minute". Con John de nuevo en buen estado no se piensa en buscar a nadie ajeno y todo se arregla para la vuelta del viejo camarada (de hecho, incluso en los peores momentos de John, Flea nunca había dejado de prestarle su amistad y su apoyo). Felizmente recuperado, John se tiene que poner las pilas para participar en el que ha sido hasta la fecha el último disco de la banda: "en 'Californication' tuve un duro trabajo para hacerme un buen guitarrista de nuevo, ya que había perdido mucha técnica en los cinco años que no estuve tocando. Para cuando grabamos ese álbum yo había trabajado duro diariamente para hacerme tan bueno como pudiese; hice lo mejor que estaba capacitado para hacer, que es todo lo que podía hacer, trabajé duro para obtener esos resultados y eso me hizo estar plenamente orgulloso del disco. Apenas ocho meses antes yo era incapaz de grabar, pero me lo curré muy fuerte para estar ahí. Por eso me he propuesto para el resto de mi vida intentar hacer mi trabajo lo mejor que pueda. Como ser humano, y especialmente como músico, quiero estar seguro de que John Frusciante es el mejor John Frusciante de todos los que puede ser".

Y así llegamos al presente, con el artista maduro y de vuelta de muchas cosas, con unas secuelas "dimensionales" en las que parece sentirse a gusto y seguro, con dedicación plena a lo que más le gusta: la música y la pintura. Recientemente ha colaborado con Tricky, el diabólico geniecillo de Bristol, y en su cabeza ya están fraguándose nuevos planes para un esperanzador futuro: "ya estoy pensando en mi próximo álbum en solitario, el cual ya hice casi un año atrás. Ya no tengo nada que hacer en este disco: estoy empezando a pensar en el otro, en crear sentimientos y emociones en la gente, intentar dar lo mejor de mí. Pero sin ningún otro tipo de metas. Me da igual lo del éxito: no pienso de esa manera. Lo que me importa es hacer música en la que yo crea".

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